jueves, febrero 28, 2008

Baubo y Uzume, las diosas de la risa curativa

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Baubo y Uzume, 2 divinidades que pertenecen a 2 culturas distintas y que sus mitos tanto se relacionan: La diosa de la risa curativa.
Cuando la diosa Démeter se enteró de que a su hija Perséfone la había secuestrado Hades con el permiso de Zeus, abandonó el Olimpo sumida en la tristeza y se dirigió a Eleusis. Allí conoció a 2 niñas a las que, disfrazada, les contó que era niñera. Ellas la llevaron a su casa donde su madre acababa de tener un niño. Al llegar el umbral se iluminó y la madre sorprendida le ofrecieró un sillón y el mejor vino.

Pero Démeter no aceptó, se sentó cabizbaja y callada en una silla ordinaria que la criada Baubo le trajo más tarde; y siguió guardando un doloroso silencio del cual nadie podía arrancarla, hasta que Baubo consiguió animarla con sus chistes picantes. Sus bromas le hicieron sonreir y cuando la doncella se levantó la falda y mostró sus partes, Démeter rió y se curó.

Las chanzas de Baubo no han llegado hasta nuestros días, pero lo que ella representa incluso en la actualidad es algo que las mujeres comprenden de manera intuitiva: la noción de que sumidas en la pérdida y la traición, las mujeres pueden gritar, llorar, jurar e incluso vomitar o sentirse embotadas por el dolor y la indignación, pero si Baubo se encuentra presente, puede intervenir con un comentario jocoso que arranque lágrimas de risa y suavice la situación. Los chistes y los gestos de Baubo forman parte de un humor obsceno que nos hace reir a carcajadas: una buena amiga dice algo que nos hace reir a todas y entonces es cuando empieza la curación.

Cuando Baubo se levantó la falda en son de burla tal y como nos lo relata el mito griego clásico, el acto que realizó al mostrar la vulva, ese gesto indecente; provocó la risa.


Uzume, la diosa japonesa, es quien pertenece al mito de Amaterasu, diosa del sol. Amaterasu actuaba de guardiana de la tierra y los campos cultivados de arroz, presidiendo además el circulo de las tejedoras en el gran Salón de las Tejedoras del Cielo. Su hermano, envidioso de su poder, la traiciona y profana todos estos espacios.

Así, sumida en la rabia y el miedo, Amaterasu se resguardó en la cueva del cielo, cerro la puerta y despojó al mundo de su luz y calor; solo quedó la noche interminable. Para impedirlo, ochocientas divinidades se reunieron frente a la cueva con el propósito de que la diosa abandonara su refugio, pero fue en vano.

Finalmente, Uzume, la diosa de la alegría y la danza, se encaramó a una barrica enorme que resonaba como un tambor e inició unos pasos de baile. La diosa iba golpeando rítmicamente con los pies mientras bailaba una danza eufórica y se quitaba la ropa interior. Entonces cuando ya había captado la atención de las ochocientas divinidades Uzume se sacó el kimono y mostró su vulva.

Los dioses rieron, aplaudieron y gritaron, y esto llegó a los oídos de Amaterasu, quien picada por la curiosidad, fue a mirar qué ocurría en el exterior y se encontró con un espejo que habían colocado en la entrada. Quedó cegada por el reflejo de su propia luz y tuvo que salir.

Los dioses que la vigilaban cerraron la puerta tras ella y así es como, con la aparición de la diosa del sol, la luz volvió a brillar sobre la tierra, se reanudó la alternación del día y la noche y la tierra volvió a ser fértil.



Despertando a tu Diosa Interior
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